¿Qué país queremos? acerca de la educación y el Chile que queremos.
¿Qué país queremos? acerca de la educación y el Chile que queremos.
El hecho de que el conocimiento sea subjetivo, en cuanto a que en el proceso de introducción de nuevos aprendizajes, se desarrolla en función de la visión del mundo que posee cada uno, nos muestra que el hecho de reconocernos como seres racionales permea nuestro conocimiento.
El discurso, sumamente repetitivo, de comparar la educación en Chile con países desarrollados, nos hace girar cíclicamente (como la historia económica) en una rueda que no se detiene, en vez de mirar hacia adelante, comprendiendo que parte del proceso educativo debe ser avanzar en función del contexto en donde se forjan los primeros aprendizajes, es decir, en Chile y no en los países desarrollados; eso debemos dejarlo para más adelante. Primero tenemos que preguntarnos, como bien señala Humberto Maturana: “[…] ¿qué queremos de la educación? Pienso que uno no puede considerar ninguna pregunta sobre el quehacer humano en lo que se refiere a su valor, a su utilidad, o a lo que uno puede obtener de él, si uno no se pregunta lo que quiere. Preguntarse si sirve la educación chilena exige responder a preguntas como: ¿qué queremos con la educación?, ¿qué es eso de educar?, ¿para qué queremos educar?, y, en último término, a la gran pregunta: ¿qué país queremos?”[1].
Edgar Morín, nos señala que el conocimiento es uno de los problemas claves del mundo, ya que está netamente ligado a la educación del futuro. Pero cómo podemos visualizar la educación del futuro y del mundo si no hemos profundizado y analizado qué país queremos. Debemos qué forma debemos mirar la educación de forma micro para luego llevarla a lo macro o viceversa. Como bien dice Morín “Hay que ubicar las informaciones y los elementos en su contexto para que adquieran sentido”, y la evolución cognitiva debe dirigirse hacia su contextualización, la cual determinará las condiciones de su inserción y validez, según Claude Bastien.
En general, debemos reconocer que el hecho de ser unidades complejas y de vivir en comunidad, nos hace a cada uno diferentes, ya que tenemos la capacidad de adquirir un mismo aprendizaje de forma distinta y expresarlo de acuerdo al momento y contexto en el que nos encontremos y la vez podemos prescindir de éste.
Muy bien señala Morín, que el conocimiento pertinente debe reconocer esta multidimensionalidad. Quizás deberíamos comenzar a pensar en nuestro sistema educativo y qué es lo que queremos, antes de caer en la imitación de otros modelos o sistemas, que generalmente no nos llevan a nada, solo miremos el Transantiago.